22 noviembre 2012

La inactividad es más mortal que el tabaquismo

La prestigiosa revista médica The Lancet ha publicado recientemente un informe sobre los efectos en la salud del ejercicio físico. O, mejor dicho, sobre lo malo que es no hacerlo.

Ningún certificado médico de defunción dice que alguien murió de sedentarismo, sin embargo,  en términos absolutos, la inactividad es algo más mortal que el tabaquismo, ya que las muertes que los investigadores atribuyen al tabaco son 5,1 millones de muertes anuales y las provocadas por la falta de ejercicio 5,3 millones.

Hay que reconocer que si se considera proporcionalmente, todavía fumar es peor, porque lo hace menos gente: aproximadamente el 26% de la población mundial, mientras que los inactivos, según los datos del trabajo, ascienden a un 30,1% de la población mundial.

La comparación entre sedentarismo y tabaquismo no es ninguna novedad pero resulta acertada pues ya hace tiempo que se pronosticó que la obesidad iba a ser una epidemia en el siglo XXI como el tabaquismo en el XX. Esos 1.500 millones de persona que no hacen una actividad física suficiente resultan muchísimos. A pesar de que la OMS recomienda practicar al menos 150 minutos de ejercicio moderado a la semana.



El cálculo del efecto mortal de la inactividad y el sedentarismo se obtienen a partir de una fracción de las producidas por enfermedades que se sabe que se agravan por no hacer ejercicio. O las que mejoran por hacerlo. Son, de una manera resumida, enfermedad coronaria, hipertensión, infarto, síndrome metabólico, diabetes tipo 2, depresión y caídas.

La lista no culmina aquí. Se ha visto que  hay una relación con dos de los cánceres más frecuentes: el de mama y el de colon. Y, en realidad, prácticamente no existe ningún tipo de enfermedad que no mejore en personas que hacen ejercicio con regularidad: las que tienen que ver con el sistema circulatorio, las de metabolismo, pero también las mentales . O incluso las que en apariencia no tienen nada que ver, como los tumores, pero si se ha visto una relación clara con los dos mencionados, la posibilidad de que lo estén con el resto no se excluye.

La única excepción son las enfermedades infecciosas, lo que en el lenguaje del trabajo llaman comunicables, porque son transmisibles y porque algunas hay que notificarlas para evitar que se expandan, donde el ejercicio no parece que tenga tanta relación.

El efecto de la inactividad varía según las distintas regiones del mundo. Esto es lo esperado, ya que no es un factor que actúe solo.  En líneas generales, el 27,5% de la población africana no hace el suficiente ejercicio; en América la proporción llega al 43,3%; en lo que la OMS llama Mediterráneo del Este (Oriente Próximo) es del 43,2; en Europa, el 34,8%, en el sureste asiático, el 17% y en el Pacífico Occidental, el 33,7%.

Por países, por poner los extremos, la proporción de sedentarios va del 4,7% en Bangladesh al 71,9% de Malta. Las mujeres son, en general, menos activas que los hombres (el 33,9% frente al 27,9%).

Estas cifras, aclaran, se trata de una medida que incluye el ejercicio que resulta de la suma del propiamente ocupacional o laboral junto con el del tiempo libre.

No se aclara en el trabajo cómo se contabilizan las actividades domésticas. Para los países donde los trabajos han perdido el carácter físico, como los más ricos, es la actividad durante el ocio la que cuenta más; en otros, es la propia de la actividad laboral (labrar, cortar o acarrear agua).

El problema es tan grave que los médicos solo pueden llamar la atención y tocar la corneta. Aconsejar a la gente que haga ejercicio no es suficiente. Hay que buscar los métodos para que esta práctica sea atractiva.

La clave del cambio puede estar en los colegios. Los padres, si les quitan una hora de Matemáticas, creen que sus hijos van a ser menos competitivos en el futuro, pero no piensan lo mismo si les reducen las horas de gimnasia; entonces no protestan.

Hay otro factor a tener en cuenta es que no todas las personas tienen la misma afición por el ejercicio. The Lancet dedica otro de los artículos de la serie a los factores que influyen: la edad, el sexo, la salud, y hasta el entorno.

Ante este estudio, parece también lógico que se enseñe un estilo de vida sano que incluya el ejercicio como parte normal y responsable del cuidado de la salud personal, familiar y social.


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