17 noviembre 2012

Algunas consideraciones sobre el caminar

Ya he comentado en algunas ocasiones sobre la Carta Internacional del Caminar, que es un documento creado por numerosos especialistas en la ordenación del espacio público con el fin de identificar las necesidades de los peatones y de proporcionar un marco común para ayudar a las autoridades a reorientar sus políticas actuales y sus actividades para crear una cultura donde la gente elija el caminar. A esta carta se han adscrito algunas poblaciones de nuestro país.

Pero cuando empezamos a plasmar en documentos las actividades cruciales del ser humano, me parece a mí que es la señal de que nos encontramos en franco retroceso o en peligro de extinción. No sabemos si caminar está, como el caso del lince ibérico, al borde del declive, pero creo que la planificación urbanística del último medio siglo hace todo lo posible para que así sea.

Daremos un dato: el 43 por ciento de los desplazamientos de más de diez minutos se hacen a pie frente al 35 por ciento en coche. Sin embargo, el vehículo motorizado domina el 85 por ciento del espacio urbano y monopoliza la política de movilidad municipal. Lo cual quiere decir que la ciudad se diseña para el coche y no para el ciudadano común, del mismo modo que el mundo contemporáneo gira alrededor de los mercados y no del ser humano. Por ahí se desprenden algunos interrogantes para los que no hemos encontrado respuesta. Si las urbes no se ordenan para la mayoría y el planeta se mueve al ritmo que marca una casta, ¿quién diablos está al mando de la nave?

La citada Carta Internacional  viene a decir (y dice) que caminar es la prescripción sin medicina, el tranquilizante sin pastillas, la terapia sin psicoanálisis, el ocio que no cuesta un céntimo. Así escrito, el enunciado resulta de una contundencia y de un sentido común arrollador. Tanto que resulta difícil comprender cómo la humanidad camina (precisamente) a pasos de gigante en la dirección contraria. 

Todo evidencia que en lugar de evolucionar, más bien parece que nos acercamos al pleistoceno. Poco más o menos. Desde ese punto de vista, podríamos decir que la humanidad abandonó hace milenios la crudeza de la jungla para acabar construyendo otra selva urbana no menos hostil. Sólo tienes que asomarte a cualquiera de nuestras calles o avenidas para saber de lo que estamos hablando. En el mejor de los casos, se encontrará un caos de individuos iracundos atrapados en el interior de cubículos de metal.

Por ese lado, celebramos que más ayuntamientos hayan firmado la Carta Internacional del Caminar , esperando que eso no sea papel mojado, y se comprometan a diseñar una ciudad más acorde con el peatón. Menos volcada al asfalto. Sobre el papel, la propuesta no tiene vuelta de hoja. La música suena perfecta y la letra se entiende con claridad. Pero no es la primera vez (ni será la última) que leemos demasiada literatura en el programa de gobierno y luego nos encontramos con poca chicha sobre el terreno. Esperar para ver.

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