16 noviembre 2012

Hasta los animales caminan


Puede sonar a tópico, pero la trashumancia vuelve a cobrar protagonismo. No es que se haya olvidado nunca, siempre se han mantenido pastores fieles a la tradición; pero en los tiempos de crisis económica se favorece la trashumancia, al reducir los costes en el transporte del ganado, por lo que los ganaderos prefieren transportar el ganado por las antiguas vías pecuarias del paisaje del interior de nuestro país.


Por ejemplo, estos días se ha visto por la cañada real de Vilafranca a las vacas que descienden desde Valdelinares hasta Ares del Maestrat. Para los ganados de ovino y caprino, el camino es más largo, unos cien kilómetros entre Fortanete, Cantavieja o Santa Magdalena de Polpís.

Los pastores trashumantes no son románticos de la vida, son profesionales de la ganadería que miran los costes y la salud de su preciado ganado. Saben que caminando ahorran unos miles de euros en el transporte de sus animales. Además, antes que la Unión Europea se fijase en el bienestar animal ya comprendieron que es mucho más natural para vacas y ovejas caminar por las sendas. Son días extenuantes que se inician antes del alba y acaban tras el ocaso. La ruta es más dura si cabe en la «bajada» porque los rebaños pasan de pastar a 1.800 metros a hacerlo en terrenos de mil o casi al nivel del mar.


Los ganaderos apuntan que las lluvias de octubre propiciarán que, hasta la llegada de los fríos más intensos, se pueda dar de comer a los animales sin recurrir a los forrajes acumulados durante el verano. No obstante, montañas de balas de paja ya pueden verse en torno a las masías de Els Ports y el Maestrat. Será el seguro alimenticio para pasar el invierno. La pasada madrugada las temperaturas ya fueron de 3 grados bajo cero en Vilafranca. Y es que los nueve meses de invierno y tres de verano se cumplen casi a rajatabla en la comarca de Els Ports.


En poco ha mejorado la situación de los ganaderos trashumantes en los últimos años. En las épocas de bonanza se anunció la construcción de refugios en las veredas. Únicamente se levantó el de Vilafranca, cerca del Llosar. Es el único espacio en una ruta de cien kilómetros donde los ganaderos tienen techo y vallado para encerrar al ganado por la noche. Agradecerían, sin duda, que existiesen dos o tres más en el camino que pasa por la Llècua, en Morella, por la Rambla de Cervera o por la misma N-232, en la que, para sorpresa de muchos automovilistas, las ovejas siguen teniendo preferencia de paso sobre los automóviles.


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