Muchos especialistas aseguran que por regla general las horas de la tarde son las óptimas para practicar ejercicio. Entre las cuatro y las cinco de la tarde, la temperatura del cuerpo suele estar en su máximo nivel (mientras que el mínimo se encuentra en el momento antes de levantarnos). Por la tarde es el momento en el que tenemos más fuerza, y por lo tanto mayor capacidad aeróbica, ese es el periodo del día en el que tenemos menos probabilidades de lesionarnos, debido a la temperatura corporal y al hecho de que los músculos están más calientes y flexibles.
Los ejercicios de mañana son óptimos desde el punto de vista psicológico, puesto que ayudan a conectar mejor el cuerpo y la mente. También existe la creencia de que el deporte en las últimas horas del día ayuda a dormir mejor pero, de hecho, el ejercicio a cualquier hora del día puede mejorar el sueño y es recomendado para las personas con problemas de insomnio.
El sueño humano activa un tipo de ciclo llamado ritmo circadiano (o ritmo biológico), que es el encargado de regular: la temperatura del cuerpo, la presión sanguínea, nuestra capacidad de alerta y nuestro metabolismo. Este ritmo marca nuestro día completo y se reinicia en función de determinados hábitos que repetimos diariamente.
Por lo que una investigación en la Universidad del Norte de Texas señaló que somos nosotros mismos los que marcamos los tiempos del ritmo circadiano cuando ponemos una alarma en una hora determinada, establecemos horas para comer o cuando hacemos deporte, de manera que podemos modificarnos los hábitos y reeducar el cuerpo en función del tiempo que tengamos disponible.
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