Este domingo, último de octubre, los relojes volverán a retrasarse una hora. Con lo que cuesta habituarse al nuevo horario, nadie tiene en cuenta nuestro reloj biológico.
Un cambio que, como todos los años, dicen que supondrá un ahorro significativo en la factura energética de las familias.
El adelanto horario se viene produciendo desde 1974. El argumento fue para ahorrar gastos tras la crisis del petróleo. Entonces, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) decidió duplicar el precio del barril. El litro de gasolina pasó de 9 a 12 pesetas y luego a 15. Las tarifas eléctricas también subieron. De ahí que España se sumase a la recomendación europea de adelantar una hora más en verano el horario oficial.
La de invierno ya estaba por delante respecto a la del Meridiano de Greenwich (GMT), que hacía coincidir la hora solar con la oficial. El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) estima que el ahorro energético que supone el cambio horario representa alrededor del 5% del gasto total y que a una familia le supone unos seis euros menos de gasto.
Ya en septiembre retrasaron sus relojes los habitantes de Egipto, Irán e Israel. En octubre lo hacen la mayoría de los países europeos y del hemisferio norte, entre otros México, Canadá, Estados Unidos, Rusia, Chipre, Líbano y Ucrania. En cambio, en el hemisferio sur se pasa a la hora de verano. Algunos países mantienen la hora fija durante todo el año, como China, Japón, India y la mayoría de los países árabes del Golfo Pérsico.
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