24 mayo 2006

Un planeta enfermo

Mal pintan las cosas... huracanes, sequías crónicas, ciudades tragadas por el mar. Por apocalíptico que pueda parecer, la mayoría de los científicos intenta una y otra vez transmitir su preocupación: el calentamiento global no es ciencia ficción ni algo que llegará dentro de miles de años. El mundo se está calentando y ya estamos notando sus efectos.

Apenas recobrados de la sorpresa, un mes después, otra tormenta tropical, ‘Delta’, azotaba las islas Canarias. Era la segunda que tocaba territorio español.

Si 2005 concluyó como uno de los años más destructivos y calurosos de la historia, 2006 ya ha hecho sus primeros estragos: Australia ha sufrido en marzo uno de sus peores huracanes y en Bulgaria el río Danubio alcanzó el pasado mes de abril sus niveles más altos en un siglo. Cientos de viviendas quedaron inundadas. Catástrofes naturales ha habido siempre, pero su intensidad va en aumento. Cada vez son más los expertos que se agarran a estos fenómenos de creciente violencia y frecuencia para demostrar algo que para muchos era una evidencia desde hacía tiempo: el cambio climático ya está aquí.

TEMPERATURA

Hoy hace 0,6 grados centígrados más calor en el mundo que en 1860, y está previsto que esa temperatura media anual aumente entre 1,4 y 5,8ºC para 2100. La Agencia Europea del Medio Ambiente ha reconocido que la alteración climática que experimenta Europa es la mayor de los últimos 5.000 años. Y España es uno de los países más sensibles a este cambio, pero también uno de los que más incumplen el Protocolo de Kioto, su única medida para comenzar a paliarlo.

Con su tendencia natural a las sequías, buena parte del país podría convertirse en un desierto si la Tierra se sigue calentando. De hecho, el clima español ya está presentando anomalías y la temperatura media nacional ha ganado 1,5ºC con respecto a 1861, muy por encima del promedio mundial. Según Ángel Rivera, climatólogo del Instituto Nacional de Meteorología (INM), se está registrando una inquietante «acumulación de récords climáticos en muy poco tiempo».

En los últimos tres años, España ha padecido olas de calor (en 2003 se llegó a las máximas jamás registradas en el país) y de frío (con las cifras más bajas en 50 años y las más prolongadas), una fuerte sequía que dura desde octubre de 2004, un récord de precipitaciones en 24 horas en el norte peninsular, y hasta una tormenta tropical.

Aunque todavía no hay un consenso definitivo sobre la relación entre estas anomalías y el cambio climático provocado por el hombre, lo que parece que ya muy pocos discuten es que hay un calentamiento, y que éste es en parte debido a la actividad humana. «Pero la atmósfera y el océano son un todo, y algo tiene que influir en el clima una variación en la temperatura», continúa Ángel Rivera.

Como él, muchos climatólogos opinan que no hay que esperar a tener todas las pruebas científicas sobre la mesa. «Hay algo que está ocurriendo ya y hay que responder ante ello. Desgraciadamente, las predicciones de los modelos climáticos se están cumpliendo e incluso adelantando. Los datos son pesimistas», admite. «Y no parece que se estén frenando las emisiones de gases de efecto invernadero».

ATMÓSFERA

Debatido durante décadas entre los expertos, ignorado o despreciado por los grandes gestores de la política internacional, el cambio climático sólo tuvo un reconocimiento público definitivo con la aprobación del Protocolo de Kioto en 1997. Hacía más de medio siglo que un número creciente de científicos ponía el grito en el cielo y advertía del crecimiento anormal de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera y de un calentamiento inusual con consecuencias imprevisibles. Pero en 1997 la propia comunidad científica estaba aún lejos de lograr un consenso en torno a la cuestión clave del debate: si el planeta siempre ha experimentado variaciones de clima, ¿cómo tener la certeza de que la alteración actual es debida a la actividad del hombre? Hoy, los científicos parecen haber llegado a un acuerdo. Las débiles hipótesis esbozadas en el último siglo han terminado por cristalizar en una correlación comprobada entre el aumento repentino de la acumulación de CO2 en la atmósfera y el calentamiento global.

El CO2, el metano y otros gases han estado siempre presentes en la atmósfera formando una capa que mantiene cálido el planeta. Este fenómeno, conocido como efecto invernadero natural, se ha visto potenciado radicalmente en la era industrial, a partir de 1750, y sobre todo desde 1950. La creciente cantidad de CO2 (uno de los gases ‘prohibidos’ por Kioto junto con el metano, el óxido nitroso y los gases fluorados) está haciendo que la atmósfera devuelva al espacio menos cantidad de la energía que recibimos del Sol. El resultado es que estamos reteniendo más calor en la Tierra.

El principal argumento que responsabiliza al hombre es que este aumento de CO2 se ha producido en un tiempo récord: un 31% entre 1750 y 1999, a un ritmo del 0,4% anual desde 1980. En dos siglos y medio se han alcanzado las mismas cotas que las logradas al cabo de decenas de miles de años en el pasado. Las causas están en la quema de combustibles fósiles (carbón y petróleo) y en la deforestación. De hecho, los niveles actuales no han sido superados en 420.000 años y probablemente tampoco en 20 millones de años, según el último informe del Equipo Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas. Desde hace 10.000 años, la Tierra se venía enfriando 0,04ºC por siglo, como le correspondía. En 1880 se invirtió la tendencia y se aceleró: desde hace un siglo, la temperatura sube 10 veces más rápido de lo que bajó entre los años 900 y 1900. En la evolución del clima, todo está ocurriendo mucho antes de lo previsto. Y el calentamiento no es más que el principio.

OCÉANO

Los polos se derriten al calentarse. El hielo continental que se funde añade agua dulce al mar sin que por ello dé tiempo a enfriarla. El agua salada, que ya de por sí se dilata cuando se calienta, ocupa más como consecuencia del deshielo. El informe del IPCC indica que el nivel del mar ya ha subido entre 0,1 y 0,2 metros en el último siglo, y que la temperatura de su superficie también ha aumentado en los últimos 50 años. Un reciente estudio publicado en la revista ‘Science’ responsabiliza al calentamiento marino de la inusual potencia y frecuencia de los huracanes de las tres últimas décadas.

Esta perturbación en el mar podría poner en marcha un mecanismo de inercia irreversible. El agua del deshielo alteraría el nivel de salinidad y la temperatura del mar, crucial para que fluyan las corrientes oceánicas, que a su vez son el motor del clima. En la corriente del Atlántico Norte, el agua fría del Ártico se hunde gracias a su salinidad (el agua marina, al formar icebergs, libera sal al mar), mientras que el agua de los trópicos, más dulce y cálida, sube a la superficie. Cuando ésta llega al norte, se enfría, se sala y vuelve a bajar, creando así una corriente de aguas frías y cálidas de distinta salinidad. Esta corriente termohalina es la que lleva calor al continente europeo y hace que países como Inglaterra no sean tan fríos como Canadá, situado en la misma latitud.

Pero uno de los temores es que la pérdida de salinidad debida a la descarga de Groenlandia detenga ese flujo y provoque inviernos extremos en gran parte de Europa y calores intolerables en los trópicos. Un reciente estudio publicado en la revista ‘Nature’ concluía que la corriente ya se ha ralentizado un 30% desde 1957. Lo que aterra a los científicos es este efecto dominó que se desencadenaría a partir de lo que aparentemente parece una pequeña variación en las temperaturas. La razón es que el clima obedece a una dinámica interna que conlleva un efecto amplificador de todas esas variaciones.

FUTURO

¿Estamos a tiempo de evitarlo? Los científicos creen que tal vez sí, si abandonamos de inmediato los combustibles fósiles. Esto no parece muy probable mientras los países más contaminantes, EE.UU. y China, se nieguen a firmar el Protocolo de Kioto que, aunque insuficiente en sí mismo, sienta las bases para luchar contra lo que se avecina como una catástrofe mundial.

Hambrunas, inundación de las costas, epidemias tropicales y la extinción de especies serían algunas de las consecuencias más temidas. «Los ciudadanos pueden reconsiderar sus prácticas y ejercer presión sobre empresas y gobiernos. No es una tarea para otros en algún momento del futuro: ya no nos queda tiempo», concluye Spencer Weart, director del American Institute of Physics, en su libro ‘El calentamiento global.’

EL PROTOCOLO DE KIOTO: ¿UNA MISIÓN IMPOSIBLE?

  • Difícil objetivo: frenar la contaminación. El Protocolo obliga a los países industrializados a reducir un total del 5,5% las emisiones de seis gases de efecto invernadero, sobre todo de CO2, con respecto a los niveles de 1990. Todo, antes de 2012.
  • El mundo y el CO2: proporciones distintas. Para EE.UU., el principal emisor, se fijó una reducción del 7%; para Japón, un 6%, y para la Unión Europea, el 8%. Sin embargo, EE.UU. se ha negado a ratificar el Protocolo y continúa emitiendo un 25% del total del CO2 producido por el hombre. A España se le concedió un aumento del 15% con respecto a 1990 porque gran parte de su crecimiento económico estaba aún por llegar. El compromiso no afecta a los países en desarrollo en una fase inicial, aunque China e India preocupan por su gran capacidad contaminante.
  • España no cumple: cada vez más lejos de Kioto. Según Comisiones Obreras, las emisiones de CO2 en España han subido un 52,88% con respecto a 1990, muy por encima del 15% permitido. Los niveles de CO2 subieron sobre todo entre 1998 y 2005. Entre las causas figuran la construcción, el transporte y la sequía, que en 2005 redujo la energía hidráulica. Evitar sanciones por ello podría costar a España al menos 3.500 millones de euros.
Fuente: El Mundo Digital

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