Al parecer, este instrumento contribuye a reducir la carga que soporta la articulación afectada y, en consecuencia «aunque hacen falta más investigaciones para corroborarlo, lo lógico es que repercuta en una mejoría de la patología», explican los autores de la investigación. Ésta, llevada a cabo con 40 voluntarios mayores de 50 años que sufrían artrosis de rodilla, determinó, además, que para estos pacientes es más beneficioso caminar descalzo que con cualquier otro tipo de calzado.
No obstante, los científicos admiten que dicha medida no es aplicable de manera cotidiana. De hecho, lo idóneo sería que los afectados por este trastorno usasen calzado con el borde exterior del zapato algo más elevado que el resto de la planta para evitar las sobrecargas en la cara interna de las rodillas (algo que puede lograrse con plantillas específicas). Finalmente, las pacientes en esta situación deberían evitar los tacones altos.
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