Corrés con frecuencia y cada tanto tomás nota de tus mejores tiempos para saber si mejorás tu rendimiento. Pero ¿qué pasa en tu cuerpo cuando lográs una mejora? ¿Qué estadísticas y números que reflejan la salud y estado de tu cuerpo debés conocer? Acá los imprescindibles: la frecuencia cardíaca, la presión, minerales esenciales, el colesterol y el peso.
El cuentarrevoluciones
Una de las mejores formas de saber el grado de esfuerzo que hacés mientras corrés es con la frecuencia cardíaca. Cada latido bombea una cantidad determinada de sangre hacia el torrente sanguíneo, para nutrir a los músculos y oxigenarlos adecuadamente.
Corriendo estás desarrollando un corazón más grande que el de una persona sedentaria y que impulsa sangre con más fuerza. En consecuencia, estar entrenado provoca que con menos latidos tu corazón bombee la misma cantidad de sangre.
Con un buen entrenamiento podés llegar a tener 40 pulsaciones por minuto en reposo, mientras que una persona sedentaria llega a entre 70 y 80 pulsaciones. Aunque no es conveniente estandarizar, hay fórmulas para calcular tu máxima frecuencia cardíaca, una cifra que tenés que conocer para entrenarte. De todas, te recomendamos la siguiente:
Hombres: 214 – 80% de la edad
Mujeres: 209 – 70% de la edad
La presión
La presión sanguínea expresa la resistencia que presentan los capilares al paso de la sangre e indirectamente la fuerza con la que el corazón debe latir para hacer llegar la sangre a todo el cuerpo.
De las dos cifras que se habla cuando tratamos la tensión sanguínea, la primera (sistólica), la más alta, es la presión que hay cuando el corazón de un latido. La segunda (diastólica) expresa la presión mínima que se mantiene en el sistema circulatorio.
La presión varía constantemente: si se da vasodilatación, baja; si hay vasoconstricción sube y, cuando se hace ejercicio, tiende a subir.
Se tiene hipertensión cuando la presión sistólica sube de los 140 mm de Hg, o la diastólica sube de 90. Se tiene hipotensión cuando la sistólica está por debajo de los 100 mm de Hg y la baja es inferior a 70.
Hierro
El hierro es un mineral esencial porque forma parte de la hemoglobina que transporta el oxígeno por la sangre a los músculos. Si la concentración es más baja de lo habitual puede padecerse anemia que se manifiesta en el cansancio crónico y imposibilidad de mantener el nivel de esfuerzo.
Las mujeres corredoras deben poner especial atención al aporte de hierro por la pérdida de sangre durante la menstruación.
Para evaluar el hierro, lo ideal es medir la ferritina, la proteína sanguínea que indica la cantidad de hierro real que se almacena en los tejidos. Hay que tener en cuenta que, tras el ejercicio prolongado como las carreras largas, puede aumentar el nivel de ferritina dando la impresión de que hay un alto nivel de hierro, lo cual no siempre corresponde con la realidad.
Cuando el médico interprete un analítico, avisale que sos corredor, ya que los deportistas suelen presentar una falsa anemia. Con el entrenamiento aumenta el volumen total de sangre, hasta dos litros más que una persona sedentaria del mismo peso, por lo que la sangre se diluye y da la impresión de tener menos hierro. Sin embargo, el número de glóbulos rojos en los deportistas suele ser más alto que el de un sedentario.
Otro tipo de anemia que aparece en corredores de larga distancia se produce por la destrucción mecánica de glóbulos rojos por el golpeteo repetido del talón contra el suelo, pero no suele ser grave. Para saber si la anemia es real, los análisis que te hagas deben incluir niveles de hemoglobina, ferritina y hierro.
Los valores normales de estos indicadores son:
Ferritina: entre 30 y 300 para el hombre y entre 15 y 180 para la mujer.
Hemoglobina: entre 13,5 y 17,5 para el hombre y entre 12 y 16 para la mujer
Hierro: entre 60 y 150 para el hombre y entre 50 y 130 para la mujer
El colesterol
Todos tenemos colesterol, el tema es que el nivel del “malo” no sea peligroso. El que nos interesa, el perjudicial, es aquel transportado por las lipoproteínas de baja densidad o LDL.
Este complejo tiende a pegarse al interior de las paredes de los capilares sanguíneos, con lo que podrían formarse placas en el interior. El HDL, por el contrario, se encarga de llevar el colesterol de vuelta al hígado, donde es procesado.
El HDL o colesterol “bueno” contiene una enzima que ayuda a deshacer el colesterol para excretarlo. Cuanto más alta sea la relación entre el colesterol bueno y el total, menor riesgo de contraer enfermedades coronarias existe. Correr tiene un efecto positivo sobre estos niveles, aumentando el HDL.
Los niveles normales son:
Colesterol total: de 35 a 5
HDL: de 1.0 a 2.7
LDL: De 1.0 a 3.3
El peso
A todos nos preocupa el peso, pero en el caso del corredor lo que importa es el índice de grasa corporal. Este porcentaje se puede determinar por el método de los pliegues cutáneos, tomando tu peso debajo del agua o con un medidor de impedancia bioeléctrica, un aparatito relativamente común que hace pasar corriente eléctrica a través de tu cuerpo y, de acuerdo a la resistencia que encuentra, infiérela grasa que tenés.
Las cifras ideales para corredores competitivos son bastante bajas aunque en muchos casos, aparte del entrenamiento, hay una intervención decisiva genética. Hay hombres que llegan a tener porcentajes tan bajos como 2% y mujeres que alcanzan el 8%. Es importante la genética porque, llegado cierto porcentaje de grasa, no se puede bajar más aunque se siga perdiendo peso, y en estos casos la pérdida de kilos resultará en un debilitamiento y disminución de la masa muscular.
Porcentajes de grasa corporal:
En los hombres, la elite tiene de 1 a 8%, el normal es de 10 al 18% y más de 25% es sobrepeso.
En las mujeres la elite tiene de 8 a 12%, el índice normal es de 22 a 26% y más de 30% es sobrepeso.
Otro parámetro que sirve es el Índice de Masa Corporal, que relaciona el peso con la altura. Para averiguarlo tenés que dividir el peso por la altura al cuadrado (IMC=Peso/Altura2). El índice de la elite va de 19 a 20, el normal de 20 a 29 y el sobrepeso supera los 30.
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