16 mayo 2005

Una contaminación que no se ve


El nivel de ruidos registrado en algunos lugares de nuestras ciudades suele exceder los niveles admitidos por la normativas vigentes, superando en ocasiones los decibelios (dB) que genera la zona industrial. Mejorar la verificación técnica de los vehículos (ITV) sería una posible solución al problema.

Pérdida progresiva de la audición, cefaleas crónicas, estrés, alteraciones de la presión arterial e insomnio son algunas de las preocupantes consecuencias que provocan los ruidos excesivos en una ciudad, el 80% de los cuales se origina por el tráfico. Es tan preocupante este problema que los especialistas dedican cada vez más tiempo a legislar adecuadamente contra la que denominan "violencia acústica".

La condición de ciudad ruidosa de cualquier de nuestras ciudades no está lejos de ser una realidad y cualquiera caminando por el centro se puede dar cuenta de esta situación. Es difícil hablar por el portero eléctrico de los edificios, sostener una conversación en la vía pública sin sentirse agredido por los escapes de motos y trabajar en malas condiciones en las cientos de oficinas que se ubican en esas zonas.

De acuerdo con estudios realizados en Europa, la fuente más importante del ruido en una ciudad es el tráfico rodado (80%), por delante de la actividad industrial y los locales de ocio. Los ruidos urbanos originados por el tráfico se producen por problemas del motor, transmisiones y la fricción causada por el contacto del vehículo con el suelo y el aire. También existen vehículos cuyas anomalías son determinantes: una moto con escape libre suele ser más ruidosa que un ómnibus, más allá de que estos se imponen por el gran número de unidades.

El ruido es, hoy, una amenaza cierta para el buen vivir del ciudadano común, que, casi sin saberlo, soporta sus consecuencias cada día. "Cuanto más sensible al ruido es una sociedad, más civilizada es", señaló un especialista, al dar cuenta que los ruidos exceden la condición de "molestia" para convertirse en una verdadera agresión, un contaminante de efectos devastadores para el equilibrio físico y psíquico.

Remedio. Reducir los ruidos de una ciudad no es una tarea simple y, si bien retirar la cantidad de automóviles de un área puede favorecer la disminución de los decibelios, no garantiza ese resultado de manera aritmética. Si se disminuye el tráfico de una vía muy transitada en un 50% (por ejemplo, de 100.000 a 50.000 vehículos diarios), el ruido sólo bajaría tres decibelios, mientras que un solo vehículo (una moto con escape libre) puede elevarlo en 10. El problema, por lo tanto, no es precisamente reducir el número de vehículos, sino controlar los que son especialmente ruidosos.

Efectos traumáticos en el ser humano. Los sonidos que percibe el ser humano pueden ser ubicados entre los 130 y los 20 dB. Un sonido "inarticulado y confuso más o menos fuerte" se convierte en ruido. Unos 130 dB (una explosión percibida a 10 metros de distancia) puede generar la rotura del tímpano.

La turbina de un avión o una moto con escape libre (110 dB) significan un riesgo grave de pérdida de audición y un vehículo pesado circulando a 60 km/h dificulta una comunicación verbal.

Entre las consecuencias inmediatas que afectan al hombre del común, puede mencionarse que el tráfico intenso (80 dB) genera malestar e irritabilidad; caminar por zonas comerciales reduce la capacidad de concentración y produce estrés. Moverse en ambientes inferiores a los 60 dB, en cambio, aumenta la capacidad de comunicación, predispone a la concentración y produce bienestar.

Aturdidos en el centro. Los vecinos que viven, trabajan, realizan sus tareas cada día en el centro, son las principales víctimas de la contaminación sonora. Para muchos, además de las medidas correctoras que debieran atacar las fuentes sonoras, se pueden sumar las obras que mejoren su aislamiento del medio que las circunda. Las mismas incluyen, la colocación de vidrios dobles, con mucho mejor capacidad aislante que el vidrio común, y el uso de pantallas (alfombras, cortinas, materiales absorbentes) que mejoran de buena manera las condiciones de habitabilidad del lugar. Pese a significar un dinero adicional, el mismo debe entenderse como "inversión" y no como un gasto, ya que genera efectos muy positivos, en materia de confort, salud, bienestar y rendimiento.

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