31 enero 2005

Hasta el menor movimiento ayuda a bajar de peso


Hasta el menor movimiento ayuda a bajar de peso, con acciones tan sencillas como pararse, sentarse y hablar se gastan 350 calorías diarias, bueno algo es algo.
Para combatir la obesidad, muchos juran “inmolarse” en el gimnasio... sólo para comprobar, semanas más tarde, que su determinación flaquea. ¿Te suena?

Sin embargo, un equipo de la Clínica Mayo, de Estados Unidos, encabezado por el doctor James Levine, acaba de comprobar que se puede empezar con algo más accesible: además de la actividad física programada, lo que hace la diferencia entre individuos gordos y flacos (que ingieren la misma cantidad de calorías totales) es el movimiento que surge de actividades diarias tan banales como pararse, sentarse, mascar chicle o... hablar.

Es más: los científicos llegaron a la conclusión de que la inclinación a realizarlos está determinada biológicamente. “Si los sujetos obesos tuvieran la misma predisposición corporal que los flacos, gastarían alrededor de 350 calorías extras por día”, sostienen Levine y sus colegas en su trabajo, que se publicará hoy en la revista científica Science. Con el objetivo de respaldar esta hipótesis, los científicos investigaron el papel que cumple en la obesidad humana un componente específico del gasto energético que denominaron NEAT (non exercise activity thermogenesis).

Para esto, seleccionaron un grupo de 20 personas. Diez voluntarios eran flacos (con un índice de masa corporal, o IMC, de 23) y 10 eran moderadamente obesos (con un IMC de 33). Todos eran sedentarios confesos.

A lo largo de diez días, los participantes en el experimento utilizaron ropa interior provista de sensores de movimiento (inspirada en la que usan los pilotos de pruebas) mientras realizaban sus actividades usuales, comían una dieta controlada y se comprometían a no hacer gimnasia programada.

Los investigadores reunieron 25 millones de datos sobre postura y movimiento de cada voluntario. Del análisis de esta información se desprendió que, en promedio, los flacos se movieron alrededor de dos horas y media diarias más que los obesos. Los participantes obesos estuvieron sentados 164 minutos diarios más que sus colegas flacos. Estos, por su parte, estuvieron parados 152 minutos diarios más que los primeros. El tiempo dedicado a dormir fue casi idéntico en ambos grupos.

Cambios que cuentan. Esto "muestra claramente qué cambios sostenidos en las actividades de la vida diaria pueden afectar profundamente el balance energético", escribe Eric Ravussin, autor de un comentario que se publica en el mismo número de la revista.

Pero el estudio no concluyó allí. Los investigadores quisieron averiguar, además, si el peso era causa o consecuencia de esta economía de movimientos.

Etnonces, repitieron el experimento durante ocho semanas más, poniendo a los participantes obesos a dieta y sobrealimentando a los flacos. Los primeros perdieron un promedio de ocho kilos y los segundos ganaron cuatro. Pero -y he aquí lo que causó mayor sorpresa- tantos unos como otros mantuvieron sus patrones de movimiento originales, independientemente de que ganaran o perdieran peso, lo que sugiere que el tiempo que se emplea en caminar versus el que se emplea en estar sentado podría estar determinado biológicamente.

Según la doctora Carmen Mazza, jefa de Nutrición del hospital Garrahan, estos resultados respaldan hallazgos previos. "Trabajos realizados en chicos no deportistas mostraron que los flacos se mueven mucho más que los gordos en las actividades cotidianas -explica-. Es decir que realizan muchos más movimientos para hacer lo mismo, como mostró la filmación de las actividades en una colonia de vacaciones. Se sabía que había una diferencia importante en el gasto energético no programado, pero el problema es medirlo en la vida de todos los días."

Mazza agrega que otro trabajo realizado en lactantes, hijos de madres flacas y con sobrepeso, mostró exactamente lo mismo: se les midió el gasto energético por movimiento antes de que los bebes se pusieran gordos y se vio que ya entonces los que después iban a ser flacos "gastaban más". Es decir, los gordos hacían movimientos más eficientes que los flacos.

Por su parte, el doctor Alberto Cormillot coincide: "Hace décadas se filmó el movimiento de chicos en el colegio y se analizó cuadro por cuadro -dice-. En todo momento los flacos se movían, tamborileaban los dedos, etcétera, y todo eso genera un gasto calórico. Investigadores españoles publicaron incluso cuánto se gasta masticando chicle: cualquier actividad física suma. Es por eso que nosotros insistimos en los pequeños ahorros y los pequeños gastos: si uno va a comer, comer un poquito menos; si va a estar sentado, pararse. Es realmente de extrema importancia, aunque todavía hay quienes creen que sólo se quema grasa después de 40 minutos de ejercicio..."

Una condición compleja. Cada vez más evidencias muestran que la obesidad es una tendencia "de hierro" que, dado el medio ambiente adecuado, no tarda en expresarse y es difícil dominar.

"Es una condición multigénica y muy compleja" -afirma Jorge Braguinsky, director del posgrado de Nutrición de la Universidad Favaloro-. Hay genes que tienen que ver con el apetito, con el movimiento, con el metabolismo, con la forma del cuerpo y hasta con el tope de peso. Por ejemplo, llega un momento en que las personas obesas dejan de engordar aunque coman lo mismo. Eso es tan biológico como el ritmo cardíaco.

"El gordo está programado para ser gordo, y para dejar de serlo tiene que luchar contra sus genes, porque aunque adelgace sigue teniendo patrón de gordo. La carga genética determina entre un 30 y un 70% de la obesidad. Hasta el grado de grasa del abdomen está determinado por la genética, así como los hábitos de comida, la cantidad de leptina, o si a uno le gustan los alimentos dulces o salados. Este y otros trabajos refuerzan cada vez más la imagen del obeso no como culpable, sino como paciente. Pero lo genético determina una tendencia, un tipo corporal, no un destino. A pesar de lo genético, si uno quiere estar en forma puede hacerlo, sólo que con más esfuerzo. Se sabe hoy que el que va al gimnasio todos los días no es que sea bárbaro, sino que tiene más facilidad y más gusto por el movimiento. Uno no es gordo simplemente porque come, sino que come porque es gordo."

Como aclaran los especialistas de la Clínica Mayo, éste es un estudio piloto y sus resultados deben ser confirmados. Sin embargo, los datos que reunió -subrayan los especialistas- son importantes para entender la biología de una epidemia en expansión.

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