19 enero 2005

Cómo relajar lo único que nos soporta

Fotografía de Pilar Toboso. (Camino de Santiago, 2004)

Cargan nuestro peso durante todo el día y, sin embargo, no reciben las atenciones que merecen. El hecho de ir cubiertos les hace pasar desapercibidos y favorece que sus deformaciones o alteraciones no sean siempre descubiertas. Pero el pie también sufre
Cuántas veces, nos hemos quitado un zapato y sentido esa sensación inexplicable de alivio, un placer que hasta nos hace suspirar y esbozar una pequeña sonrisa. Es que nuestros pies necesitan estar libres, cuidado y bien protegidos para cargar, justamente, con nosotros mismos.

De entre todas las partes de nuestro cuerpo los pies reciben el peor trato. Nos acordamos de ellos cuando nos dueles o molestan, pero el resto del tiempo les prestamos muy poca atención, a pesar de que los médicos recomiendan lo contrario.

¿Qué trabajo hacen?
Son las extremidades sobre las que nos apoyamos durante todo el día, sin ellas perderíamos el equilibrio, además absorben y amortiguan el impacto que el cuerpo recibe del suelo al andar, a la vez que facilitan la adaptación al terreno.

Con cada paso, los pies soportan una presión superior al peso del propio cuerpo, que se multiplica cuando se realizan otro tipo de actividades, como correr o saltar. Se encargan de mantener erguidas las cargas estáticas, distribuyen las presiones y actúan de palanca en la propulsión una vez que el talón se despega del suelo para ponerse en marcha.

Cuidados primarios.
Adoptar malas posturas o no usar el calzado adecuado contribuye a deformar la estructura natural del pie, que no se desarrolla plenamente hasta el final de la adolescencia, periodo en el que, surgen la gran mayoría de los problemas.

Acudir al especialista siempre que exista dolor en los pies y, sobre todo, si éste persiste en el tiempo o se detectan infecciones de hongos en las uñas o en la planta. No hacerlo conlleva consecuencias futuras cuya única solución pasa por una intervención quirúrgica.

Pies y cabeza. El dolor de pies, junto con el de cabeza, es el más frecuentes en los adultos, sin embargo, es una de las afecciones a las que menos atención se presta.

Los podólogos, aseguran que cualquier calzado que no respete la fisiología y anatomía del pie resulta perjudicial para los miembros, sobre todo si presenta excesivo tacón y punta estrecha, esto provoca la formación de callos y durezas como mal menor, y contribuye a la aparición de juanetes o dedos en garra.

Las deformidades son más frecuentes en las mujeres, en proporción de dos a uno, afecta al 70% de las mujeres frente al 30% de los hombres. En el caso de las mujeres, esta claro que es por seguir la dictadura de las modas.

Tipos de huella de pie.
Una huella normal del pie es la que en la superficie de apoyo en la zona media es igual a un tercio de la de la anchura de la huella a la altura del antepié. Cuando esto no sucede y según las principales patologías que pueden darse, se conocen hasta cuatro tipos de pie: plano, cavo, pronado y supinado.

Plano. Caracterizado por el aumento de la superficie de apoyo en la zona media del pie, esta patología conlleva en los niños una desviación del talón hacia adentro y otros problemas de rodillas. En el adulto, supone hipermovilidad en el primer metatarsiano y la formación de juanetes. Aunque esta alteración resulta muy llamativa en los primeros años de vida de un niño, si se diagnostica a tiempo y se realizan los ejercicios adecuados, puede corregirse porque constituye un problema funcional en las partes blandas y no un problema estructural.

En caso contrario, cuando la patología evoluciona hacia un problema estructural y aparecen deformaciones óseas, el tratamiento puede ser quirúrgico, si bien antes debe seguirse un tratamiento ortopédico.

Las causas más comunes de este tipo de pie son, además de la disminución del arco interno del pie (80%), determinadas alteraciones neurológicas (10%) y hereditarias (10%). Caminar descalzo por terrenos irregulares o por la playa ayuda a formar el arco y prevenir la aparición del pie plano.

Cavo. Este tipo de pie es el resultado del aumento del arco interno y externo, con ausencia de apoyo en la zona media y un mayor apoyo en el borde externo. Una situación que conlleva una sobrecarga en el metatarsal y la formación de dedos en garra. La sintomatología más evidente es el dolor cuando se permanece mucho tiempo de pie, dolor en la zona metatarsal, a veces acompañado de durezas y callos en los dedos al rozar con los calzados que no son fisiológicos.

El tratamiento suele ser ortopodológico y consiste en aumentar la superficie de apoyo mediante un soporte plantar de un molde o de una adaptación. Por otro lado, se da la circunstancia de que una persona con el pie cavo es más proclive a padecer esguinces o metatarsalgias.

En ambos casos, pies planos y cavos, la herencia juega un papel importante, antes de diagnosticar cualquier deformidad de cadera o rodillas, se debe hacer un estudio de estos miembros. Es fácil realizar tratamientos quirúrgicos en la rodilla o cadera sin habérsele practicado un estudio específico del pie, de manera que estos tratamientos no acaban de ser todo lo resolutivos que debieran.. También vemos cómo un buen tratamiento en el pie por parte del podólogo evita muchas lesiones de rodilla, cadera o espalda.

Pie pronado y supinado. Este tipo de pies pueden provocar diversas lesiones, como la llamada ‘rodilla del corredor’ (con un fuerte dolor en la parte posterior de la rótula), así como las comunes tendinitis tibiales e, incluso, algunos problemas en la cadera. Ambas patologías pueden ser tratadas mediante ejercicios y masajes que ayuden a fortalecer los músculos del pie y con la utilización de plantillas ortopédicas.

Otros cudados especiales. Las embarazadas, es conveniente acudir al podólogo porque durante este periodo, y debido al sobrepeso y la revolución hormonal, se produce un aumento de la relaxina, que disminuye el arco interno del pie.

Los diabéticos deben prestar especial atención al cuidado de sus pies al ser frecuentes la aparición de úlceras, se pueden prevenirse en el 85% de los casos, con unas sencillas normas de higiene, como el lavado y la aplicación diaria de una crema hidratante. En este sentido, la Asociación Americana de Diabetes recomienda el examen de los pies por lo menos una vez al año para identificar factores de riesgo y evaluar posibles alteraciones.

Teniendo en cuenta los problemas comunes de los pies y siendo conscientes de la importancia de elegir el calzado adecuado para cada uno de ellos, los podólogos recomiendan que después de un buen lavado se proceda a un buen secado, sobre todo entre los dedos, y la correspondiente hidratación. En el caso de excesiva sudoración, se debe recurrir a cremas antitranspirantes, que se pueden combinar con polvos en los calcetines o el zapato. Si el problema persiste será necesaria la visita a un especialista debidamente acreditado.

Otras medidas se son las siguientes:

  • Examinar los pies regularmente aunque no duelan.
  • Cortar las uñas con tijeras rectas, nunca con cortaúñas.
  • Evitar andar descalzo y exponer los pies a lesiones musculares e infecciones.
  • Controlar las grietas y cortes en la piel.
  • Ser cautelosos con los remedios caseros.
  • No ignorar el dolor.
En referencia al calzado, éste se debe comprar siempre al final del día por ser el momento en el que el pie está más dilatado. Además, en el caso de usar tacón, éste no debe sobrepasar los cuatro o cinco centímetros, mientras que la puntera debe adaptarse a los dedos, sin ser puntiaguda.
Fuente: Consumer.es

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