09 diciembre 2004

Todos al gimnasio


El ejercicio ha dejado de ser una moda para convertirse en una necesidad. Uno de los avances más importantes de las ciencias de la salud durante la pasada década es la proliferación de evidencias que avalan que el deporte moderado aporta beneficios claros en cuanto al riesgo de mortalidad general y, en especial, la de origen cardiovascular. Muchos estudios han llevado a cabo exhaustivos seguimientos de individuos con diferentes niveles de actividad y forma física para evaluar el efecto del deporte sobre la salud.
Todos son tajantes en sus conclusiones: el paso de una vida sedentaria a un grado moderado de actividad aporta mejoras evidentes para la salud y, en algunos casos, rápidamente. Se ha podido establecer, de forma inequívoca, la existencia de una relación entre cantidad de ejercicio, forma física y descenso de los índices de mortalidad de manera similar a las relaciones dosis-respuesta que se consideran para muchos fármacos.
Nuevas "recetas". Actualmente, no es raro recibir del médico una detallada prescripción de ejercicio físico, del mismo modo que se indica con claridad la dosis y la frecuencia con que el paciente debe administrarse un medicamento o cualquier otro tratamiento. Se realizan "recetas" de actividades deportivas, especificando la cantidad que debe ser realizada (en minutos o kilómetros), su frecuencia e intensidad.
La mayoría de los estudios coincide en que un individuo de talla y peso dentro de la media, debería llevar a cabo una actividad equivalente al gasto de unas 1.000 kilocalorías semanales además del habitual en su vida diaria.
Se recomienda realizar sesiones con la mayor frecuencia posible, incluso aunque no sean de gran intensidad. Sería preferible caminar media hora diaria a jugar un partido de tenis cada dos semanas.
Este mayor énfasis en la cantidad y frecuencia del ejercicio (incluso en detrimento de su intensidad) representa la línea más reciente de pensamiento en fisiología deportiva.
La pauta más novedosa parte de un comité de expertos del Colegio Americano de Medicina Deportiva (ACSM, sus siglas en inglés), que emitió sus conclusiones hace unas semanas: para mantener la salud cardiovascular se deben realizar dos horas y media de ejercicio a la semana, controlando la dieta de forma paralela. Si hay que escoger entre ambas medidas, la actividad física parece tener una eficacia superior a la alimentación a la hora de eliminar el sobrepeso.
La clave está en llevar a cabo ejercicios aeróbicos (trabajo continuado de intensidad baja o media) y mantener esta rutina casi a diario. Las personas obesas deben caminar y los que están en mejor condición física han de correr a ritmo lento, incrementando progresivamente el ritmo y la duración total.
A pesar del aumento del hábito deportivo registrado en el mundo occidental, los expertos indican que el 45% de la población aún es sedentaria y debería abordar programas de ejercicio, ya que la inactividad está establecida como uno más de los factores de riesgo coronario.
En EEUU, el Centro Nacional para la Prevención de Enfermedades ha desarrollado directivas con consejos acerca del deporte que debe llevar a cabo el conjunto de la población. Por su parte, las sociedades científicas de especialidades como geriatría y ginecología también han publicado sus recomendaciones en este sentido para la población mayor y mujeres embarazadas. Los cardiólogos, se ocupan de este tema por su capacidad preventiva y diagnóstica de la enfermedad más letal del mundo: la cardiovascular.
Coronarias. Un trabajo estadounidense, llevado a cabo en 1999, demostró la importancia de realizar pruebas de esfuerzo para predecir la posible aparición de alteraciones cardiacas, a pesar de no haber sufrido ningún síntoma previo.
Los "tests" sobre tapiz rodante (conocidos como ergometrías de esfuerzo) vienen siendo utilizados por los especialistas desde hace décadas para evaluar el estado de las coronarias, pero hasta el pasado año no se estableció su validez para "ver" el riesgo de sufrir una patología cardiovascular en personas aparentemente sanas, sin problemas previos.
Lo que hicieron los investigadores del Instituto Cooper para la Investigación de Actividades Aeróbicas (Dallas, EEUU) fue evaluar a más de 25.000 varones asintomáticos, sin antecedentes de cardiopatía, sometidos a un seguimiento a medio plazo. En este estudio, los participantes realizaron un "test" de ejercicio de intensidad máxima, como parte de un chequeo médico preventivo.
A la hora de establecer la probabilidad de fallecimiento, el análisis de las pruebas de esfuerzo llevadas a cabo al comienzo del trabajo les otorgó una sensibilidad del 61%. Es decir, de todos los individuos que presentaron resultados anormales en estos "tests", tres de cada cinco fallecieron por infarto.
Los factores de riesgo cardiovascular (hipertensión, tabaco, hipercolesterolemia, obesidad) presentes en los pacientes de la investigación mostraron además una relación significativa con la probabilidad de muerte por problemas coronarios.

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