A la hora de incorporarse a la vida normal tras las vacaciones el ejercicio físico puede resultarnos de gran ayuda.
El momento de comenzar el nuevo curso laboral es adecuado para plantearse determinados propósitos o mantener los adquiridos durante el verano.
Realizar un poco de ejercicio al día mejora el estado de nuestro sistema cardiovascular, aumenta la tolerancia del corazón al esfuerzo y ayuda a controlar la tensión arterial. Permite mejorar el perfil metabólico al favorecer el descenso del colesterol y el buen control de los niveles de glucosa.
También tonifica los músculos y mejora la movilidad y la estabilidad de las articulaciones. Desde el punto de vista psíquico, el ejercicio también tiene un efecto relajante y beneficioso, ya que aumenta la secreción de sustancias relacionadas con la sensación de bienestar y el control del dolor.
El deporte programado es importante para aquellas personas que han sufrido problemas de corazón. Al realizarlo estaremos mejorando la capacidad de contracción del músculo cardíaco así como su flexibilidad o capacidad para recibir un determinado volumen de sangre. En personas que sufren arteriosclerosis la práctica de ejercicio físico -junto a un control óptimo de la tensión arterial y de las alteraciones metabólicas que frecuentemente se asocian- parece reducir el deterioro de las arterias. De todas formas, debe ser controlado y programado por un servicio médico.
¿Cuál me conviene a mí?
El mejor ejercicio es aquel adaptado a las características del organismo, y tolerado sin un esfuerzo excesivo. La intensidad viene marcada por el umbral de anaerobiosis. Los sistemas de producción energética celular tienen un límite. Cuando ese límite es superado se genera un metabolismo no dependiente del oxígeno, denominado anaeróbico, que genera una serie de sustancias tóxicas para la célula.
Entre esas sustancias destaca el ácido láctico, muy perjudicial para el organismo por las alteraciones que origina sobre el medio interno -especialmente una acidosis-. Llegar a ese límite es cuestión de la capacidad y tolerancia del organismo al esfuerzo, y de la preparación para el mismo. La práctica continuada de ejercicio nos ayudará a aumentar nuestro límite, así como a adaptar al cuerpo al esfuerzo constante y progresivo. Es mejor realizar un ejercicio más constante que intenso, es decir, más veces pero más suavemente. Está comprobada la mejor tolerancia al esfuerzo y salud del sistema cardiovascular si se practica una gimnasia de mantenimiento en lugar de tandas de entrenamiento intenso.
Por ello es aconsejable dedicar al menos tres días a la semana a realizar esa tarea.
Caminar a buen ritmo
Entre los deportes más recomendados al aire libre, destaca la caminata a buen ritmo. El esfuerzo realizado es constante, sobre todo si se practica en terreno llano.
El golf es un ejercicio cada vez más practicado, principalmente porque obliga a caminar bastante. La bicicleta es otra actividad beneficiosa si se practica para paseos o excursiones no excesivamente duras. Pero las posturas que nos obliga a adoptar provocan en ocasiones una sobrecarga mecánica sobre la espalda si la bicicleta está mal adaptada.
Otros deportes como el tenis o el pádel, practicados en pista, suponen un ejercicio saludable siempre y cuando la intensidad del mismo no sea excesiva. Si se practica con competitividad se llega con facilidad al agotamiento. Los deportes comentados hasta ahora priman el ejercicio físico.
Existen otros que además favorecen o estimulan la movilidad articular, así como el fortalecimiento muscular. En esta opción se incluiría la gimnasia e incluso la natación. La gimnasia de mantenimiento es una herramienta muy útil: favorece la flexibilidad y estabilidad articular, al obligar a trabajar a determinados grupos musculares. Se realiza habitualmente en espacios destinados a ello, pero también puede practicarse en el propio hogar.
Únicamente es preciso estar bien orientados con tablas o tipos de ejercicio. Efectuar un movimiento inadecuado produce el efecto contrario. Se están haciendo cada vez más populares las nuevas modalidades de ejercicio practicado en gimnasios y habitualmente con ayuda de música. Al realizarse en grupo se consigue con más facilidad la constancia. Pero siempre conviene estar habituados previamente a la práctica de ejercicio o contar con un preparador que nos guíe en nuestra adaptación progresiva.
Comprobar el pulso
El tiempo mínimo recomendado es practicar ejercicio físico durante cuarenta y cinco minutos o una hora tres veces a la semana. Otra recomendación frecuente es la de practicarlo durante treinta minutos todos los días. Es importante saber prepararse antes de comenzar la sesión.
Al principio hay que desarrollar tandas de quince a treinta minutos, controlando periódicamente la frecuencia cardíaca. El pulso servirá para comprobar la adaptación del organismo. Después de dos semanas, se podrá incrementar progresivamente la duración e intensidad del ejercicio. Al cabo de dos meses las condiciones físicas alcanzarán un punto a partir del cual se irá progresando hasta alcanzar el límite. La presencia de sobrepeso, tabaquismo u otras circunstancias, como problemas osteomusculares, determinarán que esa progresión sea más lenta.
Fuente: elcorreodigital.com - 5/Sept/2006
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