Si la vida nos va dando más años, nosotros daremos a los años más vida.
Lo que se ha venido en llamar envejecimiento activo, consiste, ni más ni menos, en que todas las generaciones, pero especialmente las personas mayores, mantengan su independencia, fomenten su participación social y cuiden su estado físico y mental.
Hoy en día, y afortunadamente, casi todos nuestros mayores están muy lejos de ser aquellos ancianos de luto perenne que inmóviles veían desde una silla correr el mundo, personas relegadas para los que la vida era solamente un recuerdo y el presente algo que se les escapaba entre sus dedos nudosos y artríticos.
Hoy nuestros mayores corren con la vida y a veces, la adelantan. Viajan, consumen, aman, se cuidan; les gusta verse guapos. La Administración, los Servicios Sociales, las ONGs, la medicina y las empresas farmacéuticas, entre otros, han ido desarrollando en los últimos lustros un trabajo cuyos frutos comienzan a verse hoy.
Todavía queda mucho por hacer, muchas denuncias que realizar, muchos derechos que garantizar, como por ejemplo, que los mayores que quieran y puedan vean efectivamente reconocido su derecho a seguir siendo útiles y válidos en el terreno laboral, y se habiliten formas y medios en los que aprovechar el inmenso tesoro de su experiencia, o por el contrario, que llegue de verdad el descanso para los que ya nos lo han dado todo; estoy pensando especialmente en tantas amas de casa mayores, que nunca llegan a conocer la jubilación y menos la paga.
Pero desde estas páginas que estos días se me abren y que hasta ahora han hablado más de cosas tristes que de alegres, quisiera acabar felicitando a tantos mayores que se sienten bien y que hacen por sentirse bien; dando la enhorabuena a aquellos que saben superar los achaques que a todos nos llegarán a través de la vida sana y la fuerza de voluntad, y permítanme, por qué no -y aunque sea cura- piropear a esas mujeres y hombres cuyos años no les impiden ponerse de majo y salir a bialar o vestirse con un chándal y unas zapatillas deportivas y ocupar, con el mensaje de la vida, desde la paz y la esperanza, las calles de nuestras ciudades y pueblos y los caminos de nuestros campos y jardines.
En esto, como en tantas otras cosas, estos mayores nos vuelven a dar una lección.
Fuente: blogs.periodistadigital - 19.09.06
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