No se pone en duda que el ejercicio es bueno para la salud ya que ayuda a mantener un peso saludable, libera endorfinas –principales generadores de buen humor– combate el estrés y eleva la calidad de vida. Las personas que habitualmente practican deporte suelen disfrutar con su actividad física y nada más cierto que el lema internacional de “Mente sana, en un cuerpo sano”. Pero la excesiva dependencia del ejercicio, la llamada adicción, agravada por una auténtica campaña de “control del cuerpo” y cánones de belleza muy rígidos, despierta la alarma de los expertos.
Cada vez aumenta el número de casos de anorexias, bulimias y desnutrición, que afectan a rostros famosos del mundo del espectáculo y de la moda, sin diferencia de sexo o edad. En el ámbito médico se discute sobre dónde está el límite entre disfrutar del deporte y la obsesiva adicción al ejercicio que, en ocasiones, puede tener fatales consecuencias.
En concreto, la adicción al ejercicio se manifiesta con tres características: dependencia, tolerancia y supresión. La adicción está relacionada con el sentirse bien, al punto que muchas personas llegan a eludir compromisos laborales o sociales, lo que ayuda a sospechar de una dependencia anormal hacia la actividad física.
En el caso de la tolerancia, cada vez se necesita más y más ejercicio para alcanzar la sensación gratificante, con lo que la persona aumenta sus entrenamientos sin control.
Cuando no se puede hacer tal cantidad de ejercicio aparece sensación de cansancio, debilidad y depresión. Síntomas como ansiedad, irrritabilidad, desasosiego y casos de esquizofrenia acompañan a este cuadro que lleva a la supresión del ejercicio para caer en una patología psicológica.
La adicción puede derivar en trastornos muy graves, con un círculo vicioso entre la necesidad de hacer ejercicio, la imposibilidad de alcanzar el límite establecido y la recaída en problemas sociales, laborales y psíquicos de complejo tratamiento y terapias delicadas.
La causa
La liberación de endorfinas durante la actividad física parece un síntoma claro, asociado con el placer del ejercicio. Pero hasta la fecha no existen rigurosos estudios científicos que demuestren que el adicto al ejercicio es un también un adicto a esa liberación metabólica.
La relación patológica entre individuo y ejercicio puede tener otros antecedentes, tales como genéticos, educacionales, fisiológicos (basados en los cambios de la temperatura corporal), y psicológicos. Entre estos últimos figuran la distracción del ejercicio como “escape” de problemas cotidianos y del dominio, es decir, cuanto mayor es el reto, mayor es la satisfacción y autoestima al superarlo.
Según fuentes del Centro de Medicina Deportiva y Fisioterapia Siglo XXI, con sede en Ginebra (Suiza), los adictos al ejercicio no suelen visitar la consulta médica por miedo a que el terapeuta les recomiende parar o limitar su tiempo para el deporte.
Las consecuencias
El motivo más frecuente por el cual los adictos acuden al médico es la lesión por sobrecarga, que se manifiesta en tendinopatías crónicas, bursitis, periostitis, fracturas, esguinces y lesiones reiterativas.
Otros casos más extremos ocurren cuando se combina el exceso con un trastorno alimentario, tal como anorexia o bulimia, que tienen muy difícil solución. Estas patologías, tradicionalmente asociadas al género femenino, afectan también en elevado porcentaje a varones, y no sólo adolescentes.
Los signos de alarma del adicto empiezan con una dejación de compromisos personales o laborales por practicar deporte a todas horas, olvidar a los amigos por horas de entrenamiento, marcaje exhaustivo de estos límites de entrenamiento, cambio radical en la alimentación, baja de defensas, asma y síntomas de aislamiento y depresión.
El diagnóstico final es complejo, pues el adicto no reconoce su patología y se niega a acudir a un especialista, por lo que en la mayoría de los casos, cuando al final el terapeuta interviene, la dolencia está fuertemente anclada en el paciente.
Test de consulta
En Estados Unidos se han publicado recientemente “tests” de consulta como los de Hans Banyo (Exercise Addiction Questionnnaire) o los de Rudy Estock (Running Addiction Scale), que intentan diagnosticar con certeza este proceso y ofrecer soluciones adecuadas.
Generalmente, la adicción al ejercicio suele esconder algún otro problema subyacente, por lo que el mejor tratamiento es identificar y remediar la auténtica raíz del problema. En todo caso, se trataría de una adicción en general, menos grave que otras derivadas en comportamientos o consumición de sustancias tóxicas como alcohol, drogas, opiáceos, juegos, etc. Pero si no se pone freno, la terapia es muy difícil de controlar.
Todo ello no deja de realzar el deporte y sus efectos beneficiosos como algo saludable y necesario, pero es fundamental establecer los límites. Las consecuencias de la publicidad engañosa, la exhibición de cuerpos perfectos, la proliferación de las dietas severas o la presión ambiental de una sociedad cada día más competitiva, agravan este fenómeno.
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