Por regla general son muy poco atendidos y muchas veces olvidados, los pies son el gran soporte de nuestro cuerpo y sin embargo no le damos la importancia debida y sobre todo teniendo presente la misión que cumplen. Solo cuando tenemos un dolor, una molestia y no podemos caminar nos acordamos de que existen. Por lo tanto los problemas en los pies se presentan en toda edad.
En los bebes antes del inicio de la marcha podemos observar frecuentemente uso inadecuado de zapatitos, empleo de andadores –los cuales son contraproducentes- y
la premura de los padres en ver a sus hijos caminando, todo lo cual
genera deformidades de pies, piernas, rodillas y cadera (como la
rotación interna de caderas, piernas arqueadas), así como alteraciones de la marcha (con los pies hacia adentro).
Posteriormente en
las etapas infantil y adolescente con el inicio de las actividades
deportivas los defectos de pisada y/o marcha que podían ser discretos se
evidencian con mayor intensidad (pies planos o excesivamente arqueados,
marcha con los pies hacia dentro, desviación de talones, dismetría de miembros inferiores), lo que se traduce en cansancio, caídas frecuentes,
“dolores de crecimiento”, problemas posturales, etc. Adicionalmente el
crecimiento acelerado de los pies nos hace tener mayor cuidado en el
recambio del calzado.
En los adultos se ven con frecuencia deformidades de los dedos (en garra, martillo), juanetes especialmente por zapatos estrechos, pies planos o curvados, dolor en el arco del pie y/o
talones (fascitis plantar por uso de calzado inadecuado), callos y
dolor en metatarso, dolor tobillos y marcha inestable.
En
los adultos mayores los problemas de los pies preexistentes en la vida
adulta se acentúan empeorados por la disminución de la grasa plantar (que actúa como almohadillado), son frecuentes los callos y los juanetes que causan dolor y los problemas articulares como
osteoartrosis, osteoporosis, generando dolor e inestabilidad de la
marcha. Debido a trastornos vasculares, metabólicos o reumáticos se
pueden presentar ulceras como pie diabético que requieren el uso de
materiales de descarga y calzado especial.
Podemos ayudar a que nuestros pies se sientan bien evitando zapatos que aprieten e impidan una correcta circulación sanguínea.
También podemos caminar sin zapatos de vez en cuando y mantener nuestros pies con una adecuada higiene.
Evita los zapatos con tacones muy altos o muy bajos y mantén una alimentación adecuada.
Ante cualquier problema en nuestros pies no dejes de consultar a algún especialista médico.
Caminar, es el más antiguo de los ejercicios, que tiene enormes beneficios para la salud. Lo aquí expuesto es para las personas sanas que quieren seguir siéndolo y que no saben cómo cuidarse o que no pueden, no quieren o no lo intentan. El objetivo: apoyar a los que se cuidan, animar a los que no lo hacen y dar consejos útiles a ambos. Simplemente mediante el ejercicio de caminar. Ya sabes: "Caminante no hay camino... se hace camino al andar". ¿A qué esperas?
30 mayo 2012
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