11 julio 2006

La paradoja del corazón que corre

El ejercicio vigoroso puede precipitar un infarto, pero también alarga la vida

Cuando oímos decir que alguien ha sufrido o un infarto o una muerte cardiaca repentina mientras corría pensamos que correr puede ser peligroso para el corazón. Pero, ¿es cierto? La respuesta es un tanto paradójica.

Mientras una persona corre -sobre todo alguien con una enfermedad cardiaca subyacente- tiene más probabilidades de morir que cuando camina o descansa.

Durante un ejercicio enérgico, el corazón puede desarrollar un ritmo irregular, la tensión sanguínea puede aumentar hasta niveles peligrosos y puede desprenderse la placa de una arteria parcialmente obstruida e impedir el flujo sanguíneo. Pero, en general, las personas que corren regularmente, incluidas las que presentan importantes factores de riesgo de sufrir una afección cardiaca, tienen menos probabilidades de sufrir un infarto a largo plazo que si no lo hicieran.

Hace siglos, solía creerse que el corazón estaba limitado a cierta cantidad de latidos y que quienes lo aceleraban demasiado morían jóvenes. Ahora sabemos mucho más. El corazón es un músculo y por tanto ejercitarlo lo hace más fuerte y no necesita esforzarse tanto para cumplir su función. A eso se le llama "acondicionar" el corazón mediante una actividad física moderadamente vigorosa. Se logra practicando ejercicio de tal modo que el ritmo cardiaco no exceda el grado apropiado para la edad. Un corazón bien acondicionado puede bombear en 50 latidos la misma cantidad de sangre que el corazón de una persona sedentaria bombea en 75. Además, durante el descanso, un ritmo cardiaco bien acondicionado es más lento.

Los principales factores de riesgo para las arterias son el colesterol elevado, la hipertensión, la diabetes y el estrés. Lo bueno de hacer ejercicio físico de forma regular es que contrarresta cada uno de ellos y además aumenta la concentración sanguínea de colesterol HDL, que ayuda a limpiar las arterias de depósitos de ateroma.

Los factores de riesgo que el ejercicio no puede alterar son la herencia familiar y la edad. Si se tiene un historial familiar de cardiopatía prematura (infartos en parientes de primer grado de consanguinidad antes de los 65 años) o se está en una edad mediana o avanzada pero se ha llevado una vida sedentaria durante años, es recomendable someterse a un examen médico exhaustivo antes de comenzar a correr regularmente. Porque, en estos casos, pueden sufrir un infarto mientras corre.

Eso fue lo que le ocurrió a James F. Fixx, que falleció de un infarto mientras corría el 20 de julio de 1984. Como autor de The complete book of running, Fixx era un símbolo internacional de la revolución del jogging. También tenía un historial familiar de cardiopatía; su padre murió de infarto a los 43 años y él mismo había experimentado síntomas cardiacos durante las semanas previas a su muerte, unos indicios de uno o más infartos leves que ignoró.

La autopsia reveló que, a pesar de ser físicamente activo, Fixx padecía una enfermedad arterial coronaria avanzada: una arteria presentaba una obstrucción del 99%, otra del 80% y una tercera del 70%: en suma, el suyo era un infarto anunciado.

Durante casi todos los maratones, uno o más corredores se desploman a causa de un ataque al corazón, y algunos fallecen. El calor y la deshidratación a menudo actúan como factores agravantes. En un estudio realizado en 1987 sobre infartos y muertes súbitas en corredores de maratón, el 81% de las víctimas habían ignorado los síntomas de advertencia.

Para prevenir este tipo de accidentes, hay que establecer un programa de entrenamiento sensato mucho antes de la carrera. Todos los músculos, y no sólo el corazón, deben estar en condiciones de someterse al esfuerzo. Y hay que correr o caminar al ritmo adecuado a la situación de cada uno, teniendo en cuenta que el maratón, en su versión más competitiva, es una carrera sólo apta para atletas jóvenes de élite.

En todo caso hay que beber agua para mantener buena hidratación, y bebidas deportivas si se suda mucho o el ejercicio se prolonga durante más de dos horas. Sufrir malestar o dolor en la cintura durante el ejercicio físico puede ser un síntoma de insuficiencia coronaria. Otras veces el infarto se anuncia con palpitaciones, dolor en el lado izquierdo, presión o malestar en el pecho, mareos, falta de aire y náuseas.

Es cierto, pues, que hacer ejercicio vigoroso representa un riesgo cardiaco, pero también lo es que los corredores viven más tiempo. La gente con una cardiopatía avanzada corre el riesgo de morir repentinamente, practique ejercicio o no. Pero, aunque el ejercicio enérgico puede precipitar un infarto durante un entrenamiento y en la hora siguiente, realizar actividad física regularmente es un importante elemento de prevención de la muerte cardiaca súbita.

Por ejemplo, un estudio realizado en Seattle (EE UU) entre todas las personas que fallecieron repentinamente en un año demostró que quienes presentaban una cardiopatía no detectada tenían más posibilidades de morir mientras practicaban ejercicio, pero que reducían su riesgo total de muerte súbita si hacían ejercicio con regularidad. En otras palabras, si quienes padecen cardiopatías evitaran todo ejercicio, su riesgo total de muerte repentina aumentaría, y no al revés.

Según han descubierto algunos estudios, correr prolonga la vida a largo plazo. En total, cada hora que pasamos practicando ejercicio (hasta 30 horas a la semana) aumenta en dos horas la esperanza de vida de una persona, según el Harvard Alumni Study, que ha realizado un seguimiento de las muertes entre 17.000 hombres durante más de dos décadas.

Incluso quienes no han empezado a practicar ejercicio hasta alcanzada la mediana edad presentan un riesgo el 23% inferior de muerte durante unos 20 años. Las actividades de resistencia, como correr, montar en bicicleta, hacer largos en una piscina, practicar marcha atlética o esquí de fondo aportan mayores beneficios y alargan la esperanza de vida, en comparación con la de un teleadicto.

Fuente: EL PAÍS - (11/jul/2006)

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