La fiesta de Navidad, y también los días que tiene a su alrededor, ha añadido a los viejos tópicos unas nuevas costumbres.
Por ejemplo, la del embotellamiento de coches para ir a los centros comerciales en las grandes ciudades.
La gente quiere comprar. Me cuesta entender que en muchas poblaciones de los alrededores de la ciudad no se pueda encontrar todo lo que una pareja o una familia desea. Supongo que es el fenómeno del individuo atraído por la multitud.
La misma tendencia de mucha gente que, en verano, renuncia a la playa tranquila para instalarse en la más concurrida. Lo entiendo: cuando se reúnen pocas personas, parece menos fiesta.
Por cierto... si no vamos a realizar muchas compras, o éstas las podemos llevar en la mano ¿por qué no desplazarnos andando? Quizas eso nos pondría menos nerviosos y estresados, al mismo tiempo nos veneficia en cuanto a la forma física.
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